El diálogo intergeneracional para fortalecer el movimiento de Mujeres Indígenas

Tres panelitas con distintas interseccionalidades compartieron sus historias: Sunná Káddjá Valkeapāā, activista Indígena de género no binario de 27 años del Pueblo Sami de Finlandia; Minta Jacinta Silakan, enfermera y activista para Mujeres y Niños Indígenas con discapacidades en las comunidades pastoralistas de África; y Noeli Pocaterra, una parlamentaria Wayuu de 84 años de Venezuela.

Anita Gurung, Nepal

El tercer día de la Segunda Conferencia Global de Mujeres Indígenas se dedicó a mirar hacia dentro del movimiento, a través del diálogo intergeneracional. Bibi Guaranarú, miembro de la Confederación Unida de Pueblos Taínos y anciana de la tribu Taína Guainía («Iukaieke»), inauguró la mañana con una potente invocación espiritual que aprovechó la sabiduría de sus antepasados.

 

El primer panel fue un diálogo intergeneracional entre Sunná Káddjá Valkeapāā, madre de género no binario de 27 años del Pueblo Sami de Finlandia; Minta Jacinta Silakan, enfermera y activista para Mujeres y Niños Indígenas con discapacidades en las comunidades pastoralistas de África; y Noeli Pocaterra, una parlamentaria Wayuu de 84 años de Venezuela. Se trataba de un día para conectar y compartir historias sobre la inspiración, el patrimonio, la interseccionalidad, y el liderazgo.

Jacinta Silakan, una enfermera Masái que lidera la Fundación Sang’ida – una organización que atiende a los niños con discapacidad y en abandono en Kenia – habló sobre la transferencia de conocimiento tradicional y las personas con discapacidades. 

Los Pueblos Masái son reconocidos por conservar su cultura y la transferencia de sabiduría intergeneracional. Los niños empiezan a aprender desde el nacimiento, al hablar su lengua materna e interpretar su música nativa, lo cual les proporciona muchas oportunidades para aprender. A lo largo de su infancia, siguen con canciones, cuentos y juegos folklóricos que, en su conjunto, les ayudan a entender las oportunidades y los desafíos en su comunidad. Las hijas van a todos lados con sus madres para buscar agua o leña, ordeñar las vacas o hacer otras actividades que les enseñan habilidades esenciales para la vida. Asimismo, los niños participan en ceremonias que les ayudan a entender más sobre las actividades comunitarias.

 

Las Mujeres Indígenas con Discapacidades

Las mujeres Masái con discapacidades se quedan en casa y entienden las normas culturales: a menudo, las mujeres y los niños con discapacidades juegan el papel de cuidadores y guardianes de los niños en la comunidad. Además, puesto que las mujeres con discapacidades se quedan en casa la mayor parte del tiempo, se convierten en guardianas de la sabiduría tradicional que luego comparten con las futuras generaciones. Sin embargo, uno de los mayores desafíos es la falta de reconocimiento dentro de la comunidad, y el hecho de que se les trate como forasteras ya que no se ajustan a los roles de género tradicionales. Por consiguiente, las mujeres y niños con discapacidades a menudo padecen baja autoestima y, debido a las condiciones difíciles, las mujeres con discapacidades suelen sufrir el abandono y mueren a una edad temprana (menos de 50 años). En este sentido, se desperdicia la oportunidad de reconocer a estas mujeres como fuentes de sabiduría tradicional que se podría trasladar a las futuras generaciones. De aquí en adelante, uno de los desafíos sería incrementar el apoyo a estas personas ya que, a día de hoy, pocas organizaciones les atienden. En este sentido, Silakan de la Fundación Sang’ida expresa el siguiente sentimiento:

«Todas somos mujeres, con o sin discapacidades. Somos creaciones maravillosas. ¡Aceptemos las unas a las otras en todas las actividades! ¡Incluyamos a las mujeres y niñas con discapacidades, para que se unan a nosotras y que nadie se quede atrás! Tienen tanto que darle al mundo, solamente tenemos que abrazarlas. Por ejemplo, en mi comunidad, otras mujeres van a aprender de las mujeres con discapacidades.»

La abuela de Jacinta Silakan tuvo la mayor influencia sobre ella; fue una curandera tradicional que se especializó en cuidar a las embarazadas y a los niños. Pasó mucho tiempo al lado de su abuela, y vio cómo muchas mujeres vinieron en busca de tratamiento para sus niños. Su abuela le inspiró a elegir la enfermería como profesión y, después de trabajar con mujeres y niños con discapacidades, llegó a ser mejor oyente. Se dio cuenta de la importancia que tienen las mujeres con discapacidades en lo que se refiere a la transmisión de sabiduría tradicional de diferentes asuntos, entre los que se incluyen la salud reproductiva y la higiene menstrual. 

 

Las Personas Indígenas no binarias

La persona más joven del panel, Sunná Káddjá Valkeapāā, explicó que una de sus mayores posiciones transformadoras como Indígena ha sido su identidad como una persona no binaria, lo cual parece una contradicción con su papel de ponente de la Conferencia de Mujeres Indígenas. Valkeapāā explicó su visión como Indígena de género no binario con la siguiente analogía: «Deberíamos de poder decir exactamente qué y quiénes somos. Nos referimos al sol o al cielo como padre, a la tierra como madre, así que, desde mi propia cosmovisión, la luna es de género no binario. Hemos de reconocer que luchamos por las personas LGBTQI+. Al no entender el valor de la luna, sería como si no existiéramos. Nos toca cerrar el círculo al reconocer a la luna.»

 

La experiencia de Sunná es una de las perspectivas diversas dentro del movimiento de Mujeres Indígenas. La parábola sirve para demostrar que las personas no binarias no están en contradicción con la Cosmovisión Indígena, sino que tienen una identidad única que fortalece a la sabiduría tradicional al incluir nuevas perspectivas. Para Sunná, la inclusión de las personas indígenas no binarias de su comunidad representa un desafío a los paradigmas occidentales en cuanto a la identidad de género.

 

La experiencia de las ancianas

 

Noeli Pocaterra dio sus primeros pasos de activismo luchando por los derechos de los Pueblos Indígenas del mundo en los años 50. En 1956, fue la primera Mujer Indígena venezolana que se graduó como trabajadora social. Se enfrentó a muchos obstáculos durante sus estudios, hasta de su propia comunidad. Noeli contó: «Necesitaba formación y educación, y eso significó rechazar nuestra identidad indígena. Pero en esta lucha como activistas, teníamos que trabajar juntos, crear alianzas y organizaciones, y ejercer como portavoces delante de otros. Empecé a participar en movimientos tales como el Enlace Continental de Mujeres Indígenas y otros, y me enseñaron muchas cosas. Aún sigo aprendiendo de muchas mujeres, al intercambiar experiencias y conocimientos. Por lo que yo diría que tenemos que seguir aprendiendo sobre nuestra identidad ancestral y nuestra interculturalidad. Estoy convencida de que tenemos que trabajar con los jóvenes, las y los jóvenes para que puedan perdurar nuestras comunidades. ¡Sigamos asistiendo a todos estos talleres y conferencias! ¡Sigamos llamando a las puertas de las Naciones Unidas, del FPCI y de todos los espacios porque tenemos que visibilizar nuestra identidad indígena, y nuestros principios y valores!»

 

Animó a las Mujeres Indígenas a sentirse orgullosas ya que esto resulta imprescindible para poder luchar contra la discriminación, construir alianzas, y formar a los niños para que aprendan cuales era los papeles de sus abuelos o antepasados. Subrayó la importancia de impartir y transmitir conocimientos sobre el sistema jurídico, la interculturalidad, y el modelo educativo de los Pueblos Indígenas, incluso fuera de las comunidades. Además, explicó que en Venezuela organizaron grupos de mujeres mixtos en la ciudad que, al final, se convirtieron en un movimiento internacional que presionó por una modificación de la Constitución.

 

En el contexto de la COVID-19, y con una edad de 85 años, Pocaterra insistió en la necesidad de un papel en la comunidad para las ancianas. «Las ancianas son guías y mentoras, y tenemos que hacer frente al reto de cómo transmitir su sabiduría ya que ésta es fundamental. Tenemos que asegurar la continuidad y respetar a las ancianas puesto que son las transmisoras del conocimiento tradicional. Muchas Lideresas Indígenas ya no están entre nosotras, pero sus sueños han quedado con nosotras y seguirán guiando nuestras luchas. La pandemia de la COVID-19 ha sido dura para nosotras, pero nos ha brindado la oportunidad de promover el rol social de la juventud. Hemos reflexionado y entendido que el cuerpo es temporal; sin embargo, nuestra alma o nuestro espíritu puede expandirse por el mundo a través de esta plataforma virtual, lo cual es una manera estupenda de seguir aprendiendo las unas de las otras,» afirmó.

 

Las palabras de Pocaterra cerró el círculo que había dibujado la ceremonia de Bibi Guaranarú al inicio, en la que nos brindó sus palabras sabias al invocar a nuestros antepasados que «nos demuestran cómo obtener y mantener el honor, la compasión, y el amor para curar a nuestra preciosa tierra y a todos entre sí.»